Visionado: Solaris (1972)

Son tiempos raros. Nos encontramos viviendo en una cuarentena de ya más de cuarenta días, por lo que no sé si se le puede seguir llamando cuarentena. Quizá uno de esos hechos históricos que luego aparecen en los libros de historia. Traigo para esta introducción algo que leí a principios de confinamiento y me resultó interesante: una maldición china que se le dice a aquellos a quienes aborrezcas, "Que vivas en tiempos interesantes".

Sin embargo, algo que nos ha proporcionado este confinamiento en nuestros hogares ha sido la posibilidad de encontrar ese tiempo del que nunca disponíamos para leer, ver películas, reflexionar...


La última película que he tenido la oportunidad de ver ha sido Solaris (1972), de Andrei Tarkovski.
Basada en la novela de ciencia ficción de mismo nombre del escritor polaco Stanislaw Lem, también adaptada en otras dos ocasiones, en 1968 y 2002.

La historia gira en torno al psicólogo Kris Kelvin, que es solicitado para ir al planeta Solaris donde hay un equipo de investigación en el que solo quedan tres tripulantes. Antes de ir le visita un antiguo tripulante de la investigación que, tras visitar el mar que cubre el planeta Solaris, alega haber tenido visiones extrañas, sin embargo se le trata de loco al volver a la tierra, y de misma manera Kelvin no le hace demasiado caso, hasta que llega a la nave de investigación y se encuentra un extraño panorama entre los integrantes que aún quedan vivos de la tripulación, además de presencias extrañas.

Me interesó especialmente por ese aura que emanan varias de las películas de Tarkovski de lo onírico e inconcebible, el misterio que rodea el relato que va surgiendo, en concreto para un proyecto en el que trabajo. Y sin duda estos se dan por una serie de recursos que Tarkovski utiliza repetidamente, algunos de ellos resultan tremendamente interesantes.
Nada más empezar la película ya vemos uno de ellos: largos planos de movimiento panorámicos. También llama mucho la atención en varias secuencias un cambio inesperado de la tonalidad cromática, movimientos decelerados, cierta discontinuidad espacio-temporal y por supuesto una presencia eterna de rareza de situación


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